Tenía esta entrada en borradores y hasta ahora no he encontrado tiempo para publicarla.
Tras 11 años dedicándome a la docencia (a tiempo parcial), impartí mi última clase el pasado 15 de mayo de 2024. Me despedí sin darle más importancia, casi en secreto. Al fin y al cabo, no soy un vuelo del que haya que anunciar las salidas por megafonía.

Esperé a que todos los alumnos se fuesen y pasé diez minutos meditando en silencio. En la vida no solemos ser conscientes de cuándo es la última vez que haremos algo antes de morir, pero en esto sí. Decidí que mi aportación a las siguientes generaciones a través de la docencia acababa aquí, en este momento. Por un lado dejaba un hueco para que otra persona tuviese la oportunidad de vivir la experiencia y por otro lado liberaba tiempo en mi agenda y espacio en mi cabeza. Me serví una copa de Laphroigh 10 para brindar por los 10 cursos académicos ejercidos (por si sentías curiosidad por el catavinos de la foto). Sentí cierta solemnidad en aquel momento solitario. Sabía que a partir de aquel momento nadie más volvería a llamarme profesor en el resto de mi vida.